Anali Sthefani Garayar Zevallos.

jueves, 5 de mayo de 2011

...Sin embargo...





Para que una gota colme el vaso, muchas otras gotas antes lo han tenido que llenar.



Ha llegado el momento. Gotita a gotita, mi vaso ha terminado por derramarse. Me he cansado de las despedidas sin palabras, de las espaldas que se alejan, de las amistades escrupulosamente virtuales, de los cariños fingidos, de las verdades injustas, de las mentiras piadosas, de las amenazas, de las indirectas, de los reproches, de los intereses… pero, sobre todo, muy por encima de todo, de la hipocresía, del egoísmo, de los silencios, de la soledad y del vacío.


Las tres últimas gotas… han herido como ácido en los ojos. Desengaños con nombres y apellidos, que me reservo para mí. Ilusiones que decidieron desvanecerse. Esperanzas absurdas e incoherentes. Emociones tal vez forzadas, pero jamás fingidas. Sueños que no fueron más que sueños. Sentimientos a flor de piel que terminaron por penetrar hasta la médula...





Cuando uno ve que todo eso se le escurre entre los dedos, cuando uno mira alrededor y no ve, ni oye, ni siente nada… piensa que tal vez todo fue una gran mentira. O, si no, que tiene que haber hecho las cosas muy mal.

Yo no sé lo que hice mal… pero no lo seguiré haciendo. Dice Sabina que “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”. Aquí fui feliz en su momento. Aquí he sido también terriblemente infeliz. No, no volveré.

No quiero prolongar innecesariamente la despedida, ni hacer de estas líneas un acto público de autocompasión. Sólo pretendo ser consecuente: no puedo más, así que me marcho.

Gracias por todo, y hasta siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario